Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.

Juan David Betancur
elnarradororal@gmail.com

Tenemos hoy un cuento basada un una historia de el dramaturgo alemán Bertolt brecht

Habia una vez en un reino un rey que estaba muy interesado en que sus súbditos fueran buenos escritores. Para ello creo una publicación para que todos los que quisieran escribir pudieran hacerlo libremente.

La creación de la imprenta fue un hecho glorioso para el reino. Muchos de los habitantes tenían muchas cosas que decir y contar y no tenían como hacerlo ya que no había ningún medio para que sus ideas se publicaran y se conocieran.

Los habitantes inicialmente comenzaron a escribir unas cuantas cuartillas y las enviaban a ser publicadas. Se sentían muy orgullosos de ver sus escritos publicados y leídos por otros.

Pero un efecto comenzó a notarse en aquel pueblo . Todos hablaban de lo escrito, todos mencionaban las ultimas publicaciones, todos querían imitar a quienes escribían. Y comenzó una proliferación indiscriminada de gente que escribía. el numero de artículos comenzó a crecer y a crecer superando enormemente las expectativas iniciales.

Pronto la publicación paso de ser mensual a quincenal y luego a ser semanal y finalmente ya era diaria. Y el tamaño de la publicación había crecido de unas cuantas hojas a cientos de hojas.

Se debía limitar de alguna manera la proliferación de artículos y escritores. Así que decidieron establecer un examen muy riguroso. Convocaron a todos los creadores de contenido a recorrer un mercado que servia de antesala a un enorme salón. Allí reunidos se les daba una hoja de papel y se les pedia que describieran detalladamente lo que habían observado cuando pasaban por el mercado callejero. Luego cuando ya habían terminado se les daba otra hoja y se les pedia que incluyeran más y más detalles, y luego se les daba otra hoja y así se continuaba hasta que se llegaba a cierto numero grande de hojas. Aquellos que no eran capaces de llenar alguna hoja se le prohibia escribir para ser publicado y solamente al final del proceso unos cuantos habrían de completar todas las hojas con todas las observaciones que habían notado en su paso por el mercado.

De todos los cientos de escritores que se habían presentado al examen solamente unas cuantas decenas de ellos habían terminado el proceso, y se sintieron complacidos de que podrían seguir escribiendo en la publicación.

Pero otra prueba se les presento.