• 585. La tinaja

  • 2024/09/09
  • 再生時間: 7 分
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  • サマリー

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    Juan David Betancur
    elnarradororal@gmail.com

    Había una vez Un Emperador que cansado de tanta riqueza y lujo decidio a salir a caminar por el pueblo que estaba en las afueras de su grande y majestuoso palacio. Era una linda mañana y debido a sus múltiples ocupaciones el rey no había visto el sol directamente desde hacia varios días. Así que llamo a su guardia y les dio la orden de que lo acompañaran. Con gran algarabía la guardia iba adelante mientras un grupo de músicos iban tocando las trompetas anunciando la llegada de su majestad.

    Llegando a la plaza central del pueblo, junto a la fuente de agua que todos los habitantes utilizaban para recoger el preciado liquido para sus subsistencia el rey vio a un mendigo recostado a la sombra con una pequeña vasija de barro en sus pies.

    El rey queriendo demostrar magnanimidad se bajo de su carruaje y se acercó al viejo mendigo y le dijo

    Tu …. Dime -¿Qué quieres?

    El mendigo sin levantar la cabeza simplemente le contesto.

    Tu me estas preguntando dirigiéndote a mi mientras descanso…. se rió y dijo:

    -¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo

    El rey se rió mirando a todos los habitantes allí reunidos y dijo:

    -Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo. Recuerda que yo soy el rey y tengo poder sobre todo lo que me rodea.

    Y el mendigo aún sin mirar al rey le dijo

    -To te diría que debes pensar dos veces antes de prometer cualquier cosa. Sin importar quien seas o quien te crees que eres.

    El rey ya enojado y viendo como otras personas del pueblo se acercaban a ver que estaba pasando le dijo.

    Te puedo prometer aquí delante de todos que te daré cualquier cosa que pidas. Soy un hombre muy poderoso y no creo que pueda haber algo que tu desees que yo no pueda conseguirte.

    El mendigo que seguía sentado y aún no miraba al rey, señalo despreocupadamente la vasija de barro que tenía a sus pies y le dijo.

    Mira Quisiera que llenaras esa vasija con algo que tu consideres valioso para ti.

    El rey rio de nuevo y le dijo a sus guardias…. Recojan las monedas de oro que tengo en el baúl del carruaje y llenen de oro la vasija de este pobre mendigo. Ya con eso sabrá que yo soy muy rico y poderoso y que le cumpliré cualquier deseo.

    La guardia abrió uno de los cofres del carruaje y llevando con dificultad su contenido comenzaron a echar la monedas en la pobre vasija de barro. Pero por mucho que echaban la vasija no se llenaba. Corrieron a otro de los baúles del carruaje y de nuevo lo abrieron y llevaron su contenido a la vasija, pero esta no se llenaba. Todo lo que echaron adentro se desvanecía y la vasija permanecía vacía como al principio.

    El pueblo que observaba esto comenzaba a murmurar y a mirar al rey que pese a que daba la orden no podía cumplir con el deseo de aquel mendigo.

    Lo que estaba sucediendo era tan misteriosos que rápidamente de voz en voz se corrio la noticia que un pobre mendigo estaba retando al poderoso emperador. Los habitantes comenzaron a llenar todos y cada uno de los rincones de la plaza y el murmullo comenzaba a crecer .

    El emperador alzo la voz y dijo. Tu no podrás derrotarme si te he dicho que llenare tu vasija lo hare sin importarme cuanto me cueste.

    Guardias abran todos los demás cofres y llenen la vasija con lo que allá allí.

    Los guardias abrieron los cofres que aún estaban en el carruaje y vaciaron su contenido en la vasija y todo absolutamente todo desapareció.

    El emperador hizo traer el contenido de su salón del tesoro y todos los diamantes, rubies y esmeraldas fueron echados

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あらすじ・解説

Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.

Juan David Betancur
elnarradororal@gmail.com

Había una vez Un Emperador que cansado de tanta riqueza y lujo decidio a salir a caminar por el pueblo que estaba en las afueras de su grande y majestuoso palacio. Era una linda mañana y debido a sus múltiples ocupaciones el rey no había visto el sol directamente desde hacia varios días. Así que llamo a su guardia y les dio la orden de que lo acompañaran. Con gran algarabía la guardia iba adelante mientras un grupo de músicos iban tocando las trompetas anunciando la llegada de su majestad.

Llegando a la plaza central del pueblo, junto a la fuente de agua que todos los habitantes utilizaban para recoger el preciado liquido para sus subsistencia el rey vio a un mendigo recostado a la sombra con una pequeña vasija de barro en sus pies.

El rey queriendo demostrar magnanimidad se bajo de su carruaje y se acercó al viejo mendigo y le dijo

Tu …. Dime -¿Qué quieres?

El mendigo sin levantar la cabeza simplemente le contesto.

Tu me estas preguntando dirigiéndote a mi mientras descanso…. se rió y dijo:

-¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo

El rey se rió mirando a todos los habitantes allí reunidos y dijo:

-Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo. Recuerda que yo soy el rey y tengo poder sobre todo lo que me rodea.

Y el mendigo aún sin mirar al rey le dijo

-To te diría que debes pensar dos veces antes de prometer cualquier cosa. Sin importar quien seas o quien te crees que eres.

El rey ya enojado y viendo como otras personas del pueblo se acercaban a ver que estaba pasando le dijo.

Te puedo prometer aquí delante de todos que te daré cualquier cosa que pidas. Soy un hombre muy poderoso y no creo que pueda haber algo que tu desees que yo no pueda conseguirte.

El mendigo que seguía sentado y aún no miraba al rey, señalo despreocupadamente la vasija de barro que tenía a sus pies y le dijo.

Mira Quisiera que llenaras esa vasija con algo que tu consideres valioso para ti.

El rey rio de nuevo y le dijo a sus guardias…. Recojan las monedas de oro que tengo en el baúl del carruaje y llenen de oro la vasija de este pobre mendigo. Ya con eso sabrá que yo soy muy rico y poderoso y que le cumpliré cualquier deseo.

La guardia abrió uno de los cofres del carruaje y llevando con dificultad su contenido comenzaron a echar la monedas en la pobre vasija de barro. Pero por mucho que echaban la vasija no se llenaba. Corrieron a otro de los baúles del carruaje y de nuevo lo abrieron y llevaron su contenido a la vasija, pero esta no se llenaba. Todo lo que echaron adentro se desvanecía y la vasija permanecía vacía como al principio.

El pueblo que observaba esto comenzaba a murmurar y a mirar al rey que pese a que daba la orden no podía cumplir con el deseo de aquel mendigo.

Lo que estaba sucediendo era tan misteriosos que rápidamente de voz en voz se corrio la noticia que un pobre mendigo estaba retando al poderoso emperador. Los habitantes comenzaron a llenar todos y cada uno de los rincones de la plaza y el murmullo comenzaba a crecer .

El emperador alzo la voz y dijo. Tu no podrás derrotarme si te he dicho que llenare tu vasija lo hare sin importarme cuanto me cueste.

Guardias abran todos los demás cofres y llenen la vasija con lo que allá allí.

Los guardias abrieron los cofres que aún estaban en el carruaje y vaciaron su contenido en la vasija y todo absolutamente todo desapareció.

El emperador hizo traer el contenido de su salón del tesoro y todos los diamantes, rubies y esmeraldas fueron echados

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