
660. La prudencia
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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com
Había una ve en la antigua Persia un sha, conocido por su curiosidad y deseo de rodearse de sabiduría pero igualmente por su impulsividad y su capacidad de crear dolor y sufrimiento a aquellos que le aconsejaban., Este rey se entero que el sabio Nasrudín estaba viajando por el país. Nasrudín era famoso por sus enseñanzas y su capacidad para transmitir profundas verdades de manera sencilla y a menudo humorística. Siendo el sha un hombre culto Decidio que era importante tenerlo en su corte, por lo que dio la orden a sus exploradores para que lo localizaran y lo trajeran al palacio a la menor brevedad.
Los exploradores obedientes salieron del palacio y empezaron a recorrer el pais. Durante varios meses fueron de pueblo en pueblo y de región en región , buscando al santo en mercados, parques y caminos. Finalmente, encontraron a Nasrudín sentado plácidamente en un pequeño parque durmiendo a la sombra de una fuente de agua. Cumpliendo lo ordenado tomaron al sabio y lo llevaron al esplendor del palacio del sha. Nasrudín fue alojado en habitaciones lujosas, con todas las comodidades que el palacio podía ofrecer, su habitación era mucho más grande que cualquiera de las posadas donde hubiera estado en toda su vida.
Cuando El sha fue informado de que el Sabio estaba ya en palacio y , ansioso por escuchar las palabras del sabio santo no podía aguantar más la espera y finalmente , visitó las habitaciones de Nasrudín. Al entrar vio al sabio sentado en su cama y Con gran reverencia y curiosidad se acercoa el y le preguntó:
—Dime, oh santo venerado, ¿Tu que has orado y pedido con gran humildad a nuestro dios qué palabras has escuchado de labios de Alá?
Nasrudín, con una sonrisa enigmática y una mirada tranquila, respondió:
—Mucho he escuchado en mi vida directamente de Ala y todas y cada una de sus palabras las tengo grebadas en mi alma pero se también que Solo las últimas serán de interés para vos, alteza. Alá acaba de susurrarme algo al oído.
El sha, intrigado y deseoso de conocer la revelación, preguntó con urgencia:
—¿Qué te ha dicho nuestro Dios?
Nasrudín, manteniendo su serenidad, contestó:
—Acaba de decirme que la prudencia y la sabiduría en el h abla son esenciales para alcazar la paz y la felicidad. Por lo tanto me aconsejo que tenga cuidado con lo que te digo, para poder quedarme en el Paraíso que Él ha encontrado hoy para mí.