Sabemos, por ejemplo, que durante la actividad física no solo ocurren transformaciones a nivel muscular, sino también importantes procesos en el cerebro. Cuando una persona realiza ejercicio de forma constante, se liberan cinco neurotransmisores —sustancias químicas cerebrales— que generan efectos muy significativos en el estado emocional.

Está comprobado que el ejercicio físico fortalece la memoria, ya que incrementa los niveles de una sustancia clave relacionada con el aprendizaje y la retención, lo cual explica por qué la memoria se ve beneficiada.

En la actualidad, el sedentarismo se considera una causa directa de diversas enfermedades, incluyendo un deterioro psicológico considerable. De hecho, los síntomas de depresión suelen mejorar con la práctica regular de ejercicio.

Estamos redescubriendo algo que los griegos afirmaban hace más de dos mil años: que la actividad física es también un entrenamiento para la mente.

Hoy, con la evidencia científica disponible, comprendemos que el ejercicio sí es un ejercicio para la memoria. Aquello que sostenían los antiguos filósofos no solo tenía valor simbólico, sino que representa una verdad profundamente relevante para el bienestar humano.

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