Lee 2 Reyes 23:1–25

¿Qué acontecimientos te harían cambiar tu comportamiento? ¿Un mal diagnóstico médico? ¿Un accidente que amenazara tu vida? Los acontecimientos desafiantes tienen una manera de detenernos y reevaluar nuestras prioridades. Muchas veces vemos un cambio espiritual provocado por una crisis.

Josías, habiendo escuchado las palabras de la profetisa Huldá, se propuso limpiar la casa por completo. Los extremos a los que llegó están detallados para nosotros y sirven como un recordatorio de lo que es el verdadero arrepentimiento. Primero, reunió a la nación y como comunidad hicieron un pacto con Dios. Segundo, purgó la tierra de sus ídolos. Como un alcohólico que elimina toda bebida tentadora de su hogar, Josías se propuso erradicar por completo todo lo que alejara a la nación del Señor. Además de estas cosas, eliminó a las personas que estaban extraviando al pueblo (v. 6). Finalmente, profanó los lugares donde se practicaba la adoración de ídolos (v. 8). Podemos ver algunas de las prácticas malvadas, incluido el sacrificio de niños, que Josías borró con estas acciones decisivas (v. 10). Josías “hizo pedazos las piedras sagradas” (v. 14).

Para llenar el vacío dejado por esta limpieza, Josías también restauró las cosas que Israel había perdido al hacer que Israel volviera a celebrar la Pascua. Más que una simple festividad trivial, la Pascua fue ordenada por el Señor como parte del pacto. Esta fiesta recordaba el poder de Dios al liberar a Israel de la esclavitud en Egipto. Sin embargo, la nación no había celebrado este evento de esta manera desde los días de los jueces (v. 22).

Podríamos argumentar que el hecho de no celebrar la Pascua aceleró su decadencia espiritual. No fue suficiente que Josías limpiara a Judá del servicio a otros dioses, necesitaba llenar el vacío al devolverlos a la adoración al Dios verdadero.

• ¿Te resulta difícil cumplir con tu compromiso al arrepentimiento? ¿Has eliminado las influencias que te alejan? ¿Qué personas, lugares o prácticas podría necesitar evaluarse?

Ora con nosotros

Señor, gracias por la vida del rey Josías, que nos habla a través de los siglos. ¡Qué vida de fidelidad a Ti, de dedicación a Tu ley, perseverancia y confianza! Muéstranos cómo recurrir a Ti, como Josías, en tiempos desesperados.

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Lee 2 Reyes 22:1–20

Todos hemos visto películas de aventuras en las que el protagonista busca una reliquia perdida y valiosa. En su búsqueda, nuestro héroe debe superar obstáculos peligrosos. Una vez considerado perdido para siempre, el objeto invaluable es recuperado por nuestro héroe, pero solo después de giros y vueltas impresionantes. 2 Reyes 22 casi se lee como un guion de película cuando el rey Josías, de 18 años, ordena la renovación del Templo solo para descubrir el Libro de la Ley.

Mientras Manasés era malvado, su nieto, Josías, había buscado la justicia desde una edad temprana (v. 2). A medida que maduró, se propuso limpiar el Templo. Mientras reparaba el Templo, sus trabajadores descubrieron este libro que se había “perdido” (un testimonio increíble de la profundidad de la maldad que reinó durante el reinado de Manasés). Cuando la noticia del descubrimiento fue comunicada al rey, su respuesta presentó un modelo para la nación y todos los que quieren vivir vidas rectas. “Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, se rasgó las vestiduras” (v. 11).

¿Por qué reaccionó así? Ahora entendía que su nación había violado los términos del pacto que habían hecho con Dios en el monte Sinaí. Ese pacto venía con bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia. Con humildad, Josías reconoció la realidad de su situación cuando dijo: “Sin duda que la gran ira del Señor arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron lo que dice este libro ni actuaron según lo que está ordenado para nosotros” (v. 13).

Recordemos que durante el reinado de Manasés, Dios le dijo a Judá que el exilio era inevitable. Sin embargo, la promesa de una gran ira provocó al rey Josías a realizar mayores actos de justicia. Reunió al pueblo, reafirmó su compromiso con el pacto, limpió la tierra de la idolatría y celebró la Pascua a escala nacional. Josías se arrepintió y llevó a su nación al arrepentimiento tal como lo requería el juicio de Dios.

• ¿Estás sintiendo el juicio de Dios en tu vida? ¿Hay algo de lo que debas arrepentirte? Considera el ejemplo de Josías y vuélvete al Dios que se ha comprometido contigo.

Ora con nosotros

En respuesta al recordatorio de hoy sobre la importancia del arrepentimiento, confesemos a Dios los pecados con los que seguimos luchando. Gracias, Padre, porque en Cristo Tu gracia es mayor que nuestro pecado.

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Lee 2 Reyes 21:1–26

Todo padre creyente tiene el profundo deseo que sus hijos amen al Señor con todo su corazón. Sin embargo, no hay forma de garantizar esta realidad. Los hijos justos siguen a padres injustos, y los padres justos a veces descubren que sus hijos no seguirán al Señor.

A pesar de que era un rey justo, el hijo de Ezequías y el siguiente rey de Judá, Manasés era malvado. Comenzó a reinar cuando tenía solo 12 años. Lamentablemente, eligió ser lo opuesto a su padre. Mientras que Ezequías derribó los lugares altos y los centros de adoración idólatras, Manasés los reconstruyó (vv. 3–4). Mientras que Ezequías trató de ser como David (18:3), Manasés siguió el ejemplo de Acab, el malvado rey del reino del norte de Israel (21:3). Para conocer el futuro, no se valió de los profetas ordenados por Dios, sino que “consultó a médiums y espiritistas” (v. 6). Incluso “sacrificó en el fuego a su propio hijo” (v. 6). Además, abusó de los ciudadanos de Jerusalén, condenando a muerte a personas inocentes (v. 16).

Sorprendentemente, Manasés tuvo un reinado de 55 años, el más largo de cualquier rey de Israel o Judá (v. 1). Un resultado de este largo reinado fue que la nación lo siguió en sus malos caminos. “Manasés los descarrió, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó delante de ellos” (v. 9).

El resultado de toda esta maldad fue que Dios finalmente declaró que Judá iría al exilio. Si bien la declaración para el reino del norte llegó después de su primer rey, Dios retrasó este juicio para Judá, pero el juicio llegó. “Extenderé sobre Jerusalén el mismo cordel con que medí a Samaria y la misma plomada con que señalé a la familia de Acab. Voy a tratar a Jerusalén como se hace con un plato que se restriega y se pone boca abajo” (v. 13).

• ¿Alguna vez te preguntas si Dios es impotente para lidiar con la maldad? ¿Te preguntas cuánto tiempo más prosperarán las personas malvadas en este mundo? Recuerda, aunque el tiempo de Dios puede no ser el mismo que el nuestro, ¡Su justicia vendrá!

Ora con nosotros

Padre celestial, una y otra vez en el libro de 2 Reyes vemos cómo tratas con el mal y la perversidad. ¡Gracias porque Tu justicia prevalece cada vez! Tu amor triunfa sobre el pecado humano, el orgullo, la traición y el engaño. ¡Gloria a Tu nombre!

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